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Monza 1988: La última carrera de Enzo Ferrari

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Post by rafa-gear Mon Sep 05, 2011 10:43 am

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"¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia,
podredumbre y cieno?
¡No sé! Pero hay algo
que explicar no puedo
..."

Rimas (Gustavo Adolfo Bécquer), Rima LXXIII


El 14 de Agosto de 1988 fallecía Enzo Ferrari, a la edad de 90 años, en su casa familiar en la ciudad de Módena. La noticia se extendió rápidamente por todo el mundo, pues Enzo Ferrari se había convertido en un mito viviente. Su equipo de competición primero, y su fábrica de deportivos de calle después, habían acreditado a Ferrari como sinónimo de velocidad en cualquier rincón del planeta. Y todo ello a pesar de que los resultados, los deportivos y los económicos, hacía años que no estaban a la altura de su fama.

En efecto, los problemas económicos derivados de una necesidad de inversión cada vez mayor en el equipo de F1 para mantenerse entre los punteros una vez entraron las grandes marcas automovilísticas en la competición, unido a un descenso en la venta de deportivos de calle, habían llevado a Enzo Ferrari a firmar un curioso acuerdo con la Fiat en 1969. Evidentemente, el acuerdo alcanzado era incomprensible si no se consideraba la relación de profundo afecto entre Enzo Ferrari y la familia Agnelli, propietaria de la Fiat, especialmente con el patriarca Umberto; en virtud del mismo, Fiat adquiría el 50% de las acciones de la Scuderia Ferrari, reconvertida entonces en Ferrari SpA. El 50% restante quedaban en propiedad de Enzo Ferrari hasta el día de su muerte, día en el que automáticamente pasarían a ser propiedad de la Fiat, salvo un 10% que perduraría en manos del hijo de Enzo, Piero Ferrari.

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La Fiat colocó como gerente de la Scudería Ferrari a un joven abogado y expiloto de rallies, Luca Cordero de Montezemolo, quien comenzó trabajando como ayudante de Enzo para asumir la dirección plena de la Scudería en 1974. Sin embargo, a pesar de contar ya con 76 años, Enzo Ferrari seguiría al pie del cañón, supervisando el funcionamiento de la fábrica e incluso contratando personalmente a sus pilotos, al menos hasta 1978 en que una grave enfermedad del riñón le obligó a permanecer largas temporadas en cama. Precisamente el de 1979 sería el último doblete de la Scudería Ferrari que Enzo vería en vida; aquel año Ferrari ganó el Mundial de Constructores y en el de Pilotos sus dos corredores (Jody Scheckter y Gilles Villeneuve) consiguieron las dos primeras posiciones. Aún volverían a ganar el Mundial de Constructores en 1982 y 1983, pero en 1988, a la muerte de Enzo Ferrari, eran más sombras que luces las que se cernían sobre la Scudería.

9 años sin ganar el Mundial de Pilotos, 5 sin ganar el de Constructores, con Il Commendatore fallecido y la Fiat dueña del 90% de la Scudería, los aficionados se aferraban al "testamento deportivo" de Enzo para seguir soñando con los monoplazas rojos triunfantes en los circuitos. Al parecer, el acuerdo de caballeros entre Ferrari y los Agnelli incluía algunas condiciones de obligado cumplimiento para la Fiat tras la muerte de Enzo: que Ferrari se seguiría llamando Ferrari y mantendría Il Cavallino como emblema en sus coches, que seguiría compitiendo en el Mundial de F1 mientras éste existiera,... y que sus coches irían siempre pintados con el color rojo. Pero para los aficionados italianos la mera permanencia de Ferrari en las carreras no era suficiente, Ferrari era su orgullo y ellos querían verles ganar, superar en las pistas a ingleses y franceses, algo ciertamente improbable en aquellos años.

El 11 de Septiembre de aquel 1988 se celebraba el GP de Italia en el circuito de Monza, el primero al que faltaría Enzo Ferrari tras su reciente fallecimiento. O eso cuenta la historia, la que está escrita en los libros, porque según la leyenda, la que perdura en el corazón de los ferraristas, Il Commendatore no quiso perderse aquella carrera, su última carrera...


- Monza fue una capilla ardiente
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No hacía ni un mes que Enzo Ferrari había fallecido cuando dieron inicio los entrenamientos libres del GP de Italia de 1988. El Autódromo Nacional de Monza se convirtió en lugar de peregrinación para todos los ferraristas y aficionados del automovilismo en general, por supuesto italianos pero también venidos desde otros muchos países de Europa. Comentaban los más viejos del lugar que nunca se habían visto unos entrenamientos tan concurridos como los de aquel año; los bosques del Parque del Biassono que alberga en su interior el circuito rebosaban de espectadores, aunque el ambiente no eran tan festivo ni alegre como en otras ocasiones. Aquel año el respeto, el gesto grave y la mirada emocionada eran más comunes entre los asistentes, unidos como nunca por un mismo sentimiento.

Las pancartas proliferaron con los más variados mensajes y en casi todos los idiomas de la Vieja Europa. Predominaba el italiano, claro, pero podían leerse muchos mensajes en francés, en inglés, en alemán.., escritos artesanalmente en viejas sábanas traídas desde lugares lejanos en el espacio pero cercanos en el sentimiento a la vieja fábrica de Maranello. Abundaban los carteles de agradecimiento ("Gracias Ferrari"), los de reconocimiento ("Grande Ferrari"), los de fidelidad ("Siempre Ferrari"), incluso los de amor ("Ferrari en el corazón"), pero llamaba la atención de los asistentes una larguísima tela colocada justo a la salida de la Variante Ascari, que rezaba "¡Avanti Berger! ¡Avanti Alboreto! Lassu Il Drake vi guarda" y que podríamos traducir por "¡Adelante Berger! ¡Adelante Alboreto! Desde arriba, Il Drake ("El Pato", apelativo cariñoso de Enzo Ferrari) os vigila". Animoso mensaje de algún ferrarista acérrimo apelando al orgullo de sus pilotos, ya que para cualquier aficionado estaba claro que la victoria en Monza correspondería a alguno de los dos McLaren.


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Aquel año de 1988 la factoría inglesa con sede en Woking había construido uno de los mejores monoplazas de la historia, el MP4/4, inconfundible con su carrocería pintada con el rojo y blanco de Marlboro, con un imbatible motor turbo de Honda en su interior, y lo había puesto en manos de los dos mejores pilotos sin duda del momento y acaso de todos los tiempos, el francés Alain Prost y el brasileño Ayrton Senna. Tras las primeras carreras, y vista la superioridad del McLaren sobre sus rivales, Ron Dennis, ya como dueño único del fusionado McLaren-Project 4, se conjuró con todo el equipo para lograr una proeza nunca vista hasta la fecha y tampoco lograda desde entonces: conseguir la victoria en todas y cada una de las pruebas del Mundial. Ningún equipo lo había hecho antes, ninguno lo haría después, 1988 era el año y McLaren era el equipo que podía conseguirlo. Y efectivamente llegaban a Monza con 11 victorias tras 11 GP disputados, 7 para Senna y 4 para Prost. Nada hacía presagiar que en Monza el resultado pudiera ser distinto, menos aún cuando el sábado en clasificación los dos McLaren volvieron a copar las dos primeras plazas de la parrilla de salida, a más de 1 segundo de sus perseguidores, los Ferrari de Berger y Alboreto.


.- "Lassu Il Drake vi guarda"


La carrera empezó siguiendo el guión previsto, el mismo guión que venía repitiéndose desde el principio del campeonato. Los dos McLaren arrancaron como balas y sólo la pelea entre ellos impidió que se destacaran de sus rivales ya desde la primera vuelta. Así, Senna perdía la primera posición ganada el sábado frente a Prost en la misma recta de salida, pero sin despegarse del francés consigue superarle en la frenada de la última chicane para terminar la primera vuelta como líder. A partir de se momento las posiciones se estabilizan y los dos monoplazas blanquirrojos se van separando de los Ferrari a un ritmo de 1 segundo por vuelta. El primer golpe de efecto llega en la vuelta 34, cuando el motor del McLaren de Prost falla y el francés debe abandonar; era el primer fallo mecánico del motor Honda en un McLaren en lo que se llevaba disputado de campeonato; en ese momento, los dos Ferrari circulaban a más de 35 segundos de Senna y quedaban 16 vueltas hasta meta. Los monoplazas de Maranello se habían casi asegurado dos plazas en el podio y ello significaba un magnífico homenaje a su creador en la primera carrera celebrada en Monza tras su fallecimiento. Pero no era suficiente, Enzo Ferrari había vivido toda su vida luchando por la victoria y despreciando los segundos y terceros puestos, aquel doble podio hubiera servido para cualquier otro, no para él.

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El abandono de Prost fue como el inicio de una nueva carrera; por delante, Ayrton Senna aflojó el ritmo, pues para el campeonato le venía de perlas el cero de su compañero y no quería correr riesgos; por detrás, los dos Ferrari empezaron primero a acelerar, después a esprintar y finalmente a volar sobre el asfalto milanés. "Lassu Il Drake vi guarda" también puede ser traducido por "Desde arriba, Il Drake os protege", y como si fuera una premonición o un salvoconducto Berger y Alboreto abandonaron toda prudencia y comenzaron a bajar sus tiempos más allá de lo razonable; cada vuelta era más rápida que la anterior y más lenta que la siguiente. Sin miedo, sin mesura, los dos Ferrari avanzaban desmelenados el uno del otro en pos mientras los aficionados se frotaban los ojos en la grada al comprobar cómo la distancia con el McLaren disminuía a ojos vista y los 35 segundos se convertían en apenas una docena. Ahora eran los monoplazas rojos los que marcaban tiempos entre 1 y 2 segundos por vuelta inferiores al McLaren.

Llegados a este punto, Dennis comunicó a Senna la situación y le ordenó apretar un poquito más en las últimas vueltas, simplemente para estabilizar la diferencia hasta meta. El brasileño obedeció, aunque sin llegar a ponerse al ritmo de los Ferrari; tampoco lo necesitaba, la diferencia rondaba los 9 segundos y apenas quedaban 3 vueltas. Se acercaba para doblarle al Williams nº5 de Jean Louis Schlesser, un piloto que no debería haber estado ahí ese día en ese coche, pero el destino es a veces burlón. Ese Williams era el monoplaza de Nigel Mansell, que se había tenido que retirar en el GP de Hungría por las lesiones que le produjeron unas vibraciones extraordinarias del coche; era el monoplaza que en Bélgica pilotó Martin Brundle en sustitución del campeón inglés y al que una dolencia inoportuna le impediría pilotar también en Monza; era el Williams que se había puesto en manos del piloto de pruebas del equipo de Grove, un debutante en F1 a pesar de sus 35 años, a la espera del regreso de Mansell en el próximo GP, el de Portugal. Era el Williams, en fin, que iba a decidir la suerte de la carrera.

Ambos monoplazas se aproximaban a la Variante Ascari, la última chicane del recorrido; Schlesser trató de facilitar la maniobra de adelantamiento a Senna abriéndose a la salida de la segunda curva para cederle el interior; Senna no se percató o no comprendió la maniobra de su rival y confiado en la velocidad de su McLaren intentaba sobrepasarle por el exterior de la salida de la chicane. El resultado del malentendido fue un ligero toque lateral entre ambos monoplazas que terminó con el McLaren haciendo un medio trompo sobre el piano, esos pianos de Monza que parecen las primeras estribaciones de los Alpes. Y allí se quedó el brasileño, acelerando inútilmente con sus ruedas traseras en el aire y el fondo plano del monoplaza sobre el bordillo, a sólo dos vueltas del final. A su espalda, en la parte baja de la grada pero dentro del tiro de cámara de la TV, podía verse una enorme pancarta escrita en italiano que rezaba: "¡Avanti Berger! ¡Avanti Alboreto! Lassu Il Drake vi guarda".

- El dulce sabor de la victoria
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Los aficionados con visión directa de lo sucedido contuvieron la respiración; desde la grada se escuchaban perfectamente los acelerones del motor Honda que era el corazón del McLaren de Senna, mientras las ruedas giraban y giraban sin encontrar suelo al que adherirse, tal cual un coche de juguete al que la mano del niño mantiene en vilo sin permitirle moverse. Los segundos pasaban, uno, dos, tres, cuatro... y por fin aparecieron en la chicane los dos Ferrari, juntos como un solo hombre, cortando el aire como una centella roja. Cuando se cruzan con el McLaren detenido en el piano los espectadores, como si en ese preciso momento se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo, se ponen de pie, dan vítores, saltan, se abrazan unos a otros, levantan sus manos al cielo. La algarabía se va trasladando de grada en grada a lo largo de todo el circuito, según los dos Ferrari aparecen en lontananza; una visión aérea permitiría ver una gigantesca ola humana moverse al ritmo de los monoplazas rojos, hasta abarcar la totalidad del circuito.

En una tribuna comienzan a gritar "Fe-rra-ri, Fe-rra-ri", y pronto es todo el circuito el que repite a voz en grito la letanía, sabiéndose parte de una ceremonia sobrenatural "FE-RRA-RI, FE-RRA-RI"; porque no había ni una sola persona en Monza que no entendiera que sí, Enzo Ferrari había fallecido, pero Ferrari, la fábrica de "Il Cavallino Rampante", seguía viva. El público intenta abandonar los asientos para saltar a la pista, y a duras penas la Policía consigue mantenerles fuera del espacio reservado a los bólidos. Fueron dos vueltas, sólo dos vueltas las que dieron Berger y Alboreto en cabeza, pero seguramente no las olvidarían en su vida. Tras la carrera, Gerhard Berger declararía sobre su pilotaje:

"No era yo quien pilotaba; en un determinado momento sentí que el coche me pedía ir más y más rápido. Yo conocía ese coche, sabía cómo llevarlo al límite, lo había hecho hasta ese momento, pero lo que sucedió entonces no puedo explicarlo. Yo sentía que el coche me pedía más, notaba cómo vibraba en las frenadas, cómo se agarraba al suelo en las curvas, cómo estallaba el motor cuando aceleraba, cómo me invitaba a ir cada vuelta un poco más rápido que la anterior. Y lo hice, no sé cómo, pero lo hice,... o lo hicimos.

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"Cuando vi el coche de Senna parado en el piano, pude escuchar el rugido de la multitud por encima del ruido del motor; nunca me había pasado. Retiré la vista del asfalto y me fijé en el público; los veía cerca, muy cerca, mucho más cerca que en ningún otro circuito. No sé cómo di esas dos vueltas que aún quedaban, creo sinceramente que el coche iba solo."

Cuando cae la bandera a cuadros la afición invade la pista, y la vuelta de honor de los Ferrari se convierte en algo parecido a un Triunfo de un general romano en el Circo Máximo, con los monoplazas avanzando a paso de tortuga entre personas que querían verlos de cerca, tocarlos, incluso besarlos. La ceremonia del podio, con toda la recta de meta del Autódromo Nacional de Monza abarrotada de público, con los dos pilotos de Ferrari en lo más alto, llegó a la máxima expresión de emotividad cuando sonaron las notas del "Fratelli d`Italia", el himno italiano, en honor al equipo ganador. Los hombres cerraban el puño y lo apretaban junto a su pecho, mientras lloraban recordando lo que Ferrari había sido en días pasados y soñando lo que sin ninguna duda sería en los venideros. La Scuderia Ferrari, la obra de Enzo Ferrari, había sobrevivido a su creador y era ya parte de la historia y del corazón de los italianos; en realidad, era ya parte de la historia y del corazón de todos los aficionados al automovilismo deportivo.

.- Leyenda o realidad
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Los hechos reflejan que Enzo Ferrari murió el 14 de Agosto de 1988, luego no pudo asistir a aquella carrera. Los hechos reflejan que los Ferrari nunca habrían ganado en Monza de no haber abandonado los dos McLaren, tal era la diferencia que les sacaban. Esa es la realidad y es indiscutible. Pero para los ferraristas Enzo Ferrari sí estuvo en aquella carrera, y aquella carrera sólo podían ganarla los Ferrari; porque hay otros hechos igualmente indiscutibles que coincidieron en aquella carrera... precisamente aquella carrera.

El año 1998 los McLaren ganaron todas las carreras del campeonato celebradas antes del GP de Italia y todas las que se celebraron después, tal era su superioridad. Sólo fallaron una... precisamente aquella carrera.

El motor Honda que montaban los McLaren demostró ser el más fiable del campeonato de 1988. Senna no tuvo un solo problema mecánico en toda la temporada, y Prost sólo tuvo uno en todo el año... precisamente aquella carrera.

Debido a su agresivo estilo de conducción, Senna no solía tener dificultades en los adelantamientos, menos aún cuando el coche adelantado era un doblado; ningún piloto de la cola del pelotón quería tener problemas con el brasileño pues la probabilidad de quedar fuera de pista era muy alta ante la impaciencia de Ayrton; de hecho, todos se apartaban nada más verle en sus retrovisores. Sólo un doblado, por impericia, se cruzó en el camino de Senna en un adelantamiento en todo el año dejándole fuera de carrera... precisamente aquella carrera.

Jean Louis Schlesser no era un piloto de F1 propiamente dicho; era el piloto de pruebas de Williams. Si tomó parte en el GP de Italia de 1988 fue únicamente debido a la casualidad de que coincidiera la lesión del piloto titular, Nigel Mansell, con la del piloto reserva, Martin Brundle. Como Mansell estaría recuperado para la siguiente prueba, el equipo puso el monoplaza en manos de Schlesser; nunca antes había disputado un GP de F1, ni lo disputaría después, el GP de Italia de 1988 sería su única participación en F1... precisamente aquella carrera.

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A los Ferrari no se les daba nada bien el circuito de Monza; en el año anterior habían ganado dos carreras del Mundial, Japón y Australia, pero en Monza su última victoria se remontaba hasta 1979, cuando Jody Scheckter y Gilles Villeneuve coparon las dos primeras posiciones. 9 años sin ganar en Monza llevaban los Ferrari hasta que Berger cruzó el primero la bandera a cuadros en 1988... precisamente aquella carrera.

La Scudería Ferrari atravesaba un bache importante desde 1983 año en el que ganó su último título de constructores. Y ganar una carrera ocupando las dos primeras posiciones del podio es algo sólo reservado a los equipos dominantes. Ferrari no lo conseguía en Monza desde 1979, como hemos dicho, y no lo volvería a lograr hasta 1998, cuando Michael Schumacher fue 1º y Eddie Irvine 2º. En medio, en 19 años, sólo hubo un doblete en Monza de Ferrari... precisamente aquella carrera.

¿Qué es lo sobrenatural sino la inmaterial e inteligente urdimbre que entrelaza acontecimientos independientes y aleatorios para hacerlos coincidir en un mismo tiempo y lugar y así dotarles de un significado más allá del mero azar comprensible para la razón humana? Decida el lector por sí mismo y según su parecer si Enzo Ferrari estuvo o no presente en aquella carrera; el autor ya ha decidido, y hace suyas las palabras de Ayrton Senna tras la prueba:

"Es evidente que alguien ahí arriba quería que hoy ganaran ellos"
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